DRUIDA, EL NUEVO ROL DE LOS DIRECTIVO TRAS EL CRASH
La sociedad vive a nivel mundial momentos de incertidumbre,
de desorientación.
Los medios de comunicación recogen a diario noticias
económicas básicamente desalentadoras, descorazonadoras. No se vislumbra una cambio de tendencia a corto plazo.
Nuestra condición de trabajadores se ve azotada por
los interrogantes.
A nivel empresarial, ¿es ésta la recesión final?, ,¿ha
desaparecido el concepto de ciclo económico? ¿se trata de un necesario
ajuste tras los 10 años de expansión?
Y, a nivel personal, ¿qué hay de lo mío?, ¿me tocará marcharme a mí?, ¿cuándo?, ¿a quién de mis compañeros?, ¿se encuentran capacitados mis jefes para sacarnos del
atolladero?.
Nos domina la desconfianza, una de las emociones más paralizantes en el ser humano.
Algo tendremos que hacer, sobre todo, los que hemos de la dirección de recursos humanos nuestra vocación, nuestra profesión, nuestro anhelo.
En estas situaciones de carácter pesimista, en mi opinión, únicamente cabe un comportamiento en los líderes empresariales: comunicar
tranquilidad a los suyos.
Claro, formulada esta quietud desde un estado de alerta.
Los directivos han de
interpretar las señales del entorno de sus organizaciones y diseñar una
respuesta adecuada que garantice la supervivencia de su empresa.
En mi opinión, los líderes se ven abocados a adoptar
un nuevo rol: el de druidas.
En el mundo celta, más allá de la última versión
cinematográfica del concepto, los druidas desempeñaban numerosas funciones:
educadores, consejeros, místicos, médicos, jueces, adivinos.
Un abanico de
tareas que transcendían la elaboración de pociones y ungüentos, a la manera de
Panoramix, el compañero druida de Asterix y Obelix, las geniales creaciones de
Gosciny y Uderzo.
En realidad, tal y como apuntaba el sabio latino
Estrabón antes de la Guerra de las Galias, los druidas desempeñaban un complejo rol de
científicos y sacerdotes.
Como científicos, analizaban el medio ambiente para
encontrar soluciones naturales a problemas de sus clanes.
Como sacerdotes,
creaban y dirigían ritos de celebración y consagración de los fenómenos
ecológicos que servían para generar un sentimiento de identidad colectiva, un
conjunto de creencias y valores intergradores de todos los miembros de la
tribu.
Los druidas, que también ejercían de consejeros de
grandes caudillos como Vercigentorix, generaban una visión de pueblo, una idea
de futuro común que vertebraba los esfuerzos del clan por perdurar, por
mantenerse unido.
Todas estas funciones druídicas constituyen a mi
modo de ver las verdaderas tareas de los líderes, obligados hoy a encontrar
respuestas para las incógnitas que el entorno económica suscita.
Como los
druidas, los directivos deben mantener el espíritu (la misión) de sus
organizaciones, renovando con decisión los principios constitutivos de cultura
corporativa, afirmando el sentimiento colectivo y la voluntad por sobrevivir.
Por encima de todo, el directivo druida tiene que
luchar por preservar la confianza de los empleados en la empresa y el
compromiso mutuo con el futuro. Así se garantizará la continuidad del clan, tal
vez en una nueva forma o tamaño, pero con vida prolongada.
Los directivos actuales disponen de un contrastado
catálogo de herramientas para analizar el entorno y tomar decisiones.
Al igual
que los druidas, disponen de una especial mandrágora curalotodo: la
comunicación.
Ante la incertidumbre, aporten información.
En la
incógnita, ofrezcan diálogo.
El directivo druida debe comunicar su visión de
futuro, buena o mala. Pero, sobre todo compartida.
Comunicada la visión, fijado el rumbo, la empresa
estará en condiciones de actuar ordenada y acompasadamente.
Sin miedos, sin
rumores porque el destino será claro.
En conclusión, algunas recomendaciones para aquellos líderes que deseen abrazar su condición de druidas:
- Mantengan la calma y analicen el entorno.
- Formulen planes de acción y comuníquenlos a sus empleados.
- Dialoguen sobre la puesta en marcha de los planes y escuchen la voz de los clientes.
- Inventen alguna poción, algún rito que reafirme el sentimiento de pertenencia.
Ya afirmaba Séneca, cuando los druidas eran
definitivamente derrotados por las legiones de Julio César, “no existe viento
favorable para quién no sabe a dónde va”.
Ese es el nuevo rol de los directivos: la decidida
elección de un rumbo, de un destino.
¿Por qué no configurarse como una pequeña
aldea de galos irreductibles al victorioso ejército romano?.